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Imágenes que piensan: la bruja en el arte, del mito al cine


Las imágenes de la bruja no son decorado: son portales que revelan umbrales, miedos y deseos colectivos.

Hay imágenes que no ilustran: piensan. La bruja, cuando aparece en la historia del arte, no sólo adorna un relato: abre un umbral. Nos cita de noche, al borde del camino, para preguntarnos qué hacemos con lo que tememos y con lo que deseamos.


Diosas y hechiceras antiguas: luz en el umbral

Hécate no es “la bruja” de los panfletos tardíos: es señora de cruces y puertas, protectora nocturna con antorchas. Su presencia guarda el paso entre mundos; por eso la tradición la asocia a lo apotropaico (ella puede desvíar el mal). Volver a Hécate es recordar que el oficio del umbral nació como cuidado y no como amenaza.

Circe, hija del sol, domina hierbas y cantos. Transforma, sí, pero su magia no es capricho: es potencia de metamorfosis que desnuda la verdad del viajero. Hermes le pone límite y palabra; la odisea continúa sólo cuando hay trato consciente con el poder.

Medea nos obliga a mirar sin anestesia: genio que cura y hiere, lucidez que no perdona injusticias. Su tragedia no “demoniza” lo femenino; expone el filo donde cuidado y furia se tocan, y nos devuelve la pregunta ética por el uso del saber.


Circe y Medea nos recuerdan que el poder de lo femenino no es lineal: cura, transforma, hiere y revela.
En la Antigüedad, lo “brujo” fue ante todo función liminal (sanación, pasaje, lenguaje con lo invisible). La demonización vendrá después.






Goya: el aquelarre como espejo

Con Goya la bruja se vuelve crítica. En El Aquelarre (1797–98), el macho cabrío preside un teatro de sugestión y miedo; no es costumbrismo pintoresco, es un psicograma colectivo. La obra pertenece hoy al Museo Lázaro Galdiano (Madrid)

Años después, en las Pinturas Negras, El Gran Cabrón (1820–23) nos deja sin coartadas: pared, penumbra, vejez, muerte. No hay “efectos”, hay conciencia. Lo que vemos no son “ellas” haciendo brujerías, sino nosotros edificando superstición y poder sobre cuerpos vulnerables. (La obra está en el Museo del Prado).




En Goya y más allá, la bruja refleja menos magia y más pánico social: un espejo donde se administra la sombra colectiva.
Goya usa la brujería para mostrar cómo opera el pánico y cómo se administra socialmente la sombra.








Shakespeare: las hermanas del destino (y la elección)

En Macbeth, las Weird Sisters no fuerzan nada: insinúan, nombran un posible y dejan a la ambición hacer su trabajo. Son dramaturgia del destino: abren un pliegue en el orden y el humano decide. Shakespeare las sitúa en el borde del género y del discurso: fuera de norma, dentro del alma.


La bruja no te obliga; te muestra. La responsabilidad es de quien escucha.


Cine reciente: cuando lo íntimo reabre la historia

En The Witch (2015/16, A24), Robert Eggers prescinde de pirotecnia: familia, granja, bosque, lengua bíblica. La bruja deja de ser monstruo externo para volver a ser límite, creencia, deseo, culpa. Es una película de iniciación: ¿qué pasa cuando el miedo se sienta a la mesa?



Cómo mirar estas imágenes hoy (guía breve)

  • Buscá el umbral. Hécate enseña que la bruja aparece donde un orden termina y otro asoma. Encyclopedia Britannica

  • Leé la ambivalencia. Circe/Medea no son “buenas/malas”: son el poder tal como es, según la conciencia que lo use. Encyclopedia Britannica+1

  • Mirate en el espejo. En Goya, el aquelarre habla menos de magia y más de pánico social. Fundación Goya en Aragón

  • Atendé la performatividad. En Shakespeare y en el cine, la bruja activa decisiones: el símbolo pregunta, vos respondés.


Si estas imágenes te movieron, abrí el mazo conmigo.


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